22 de marzo del 2011
El evangelio según Benedicto XVI
Lombardo Martínez Cabezas | Opinión
La Iglesia Católica vive, según Benedicto XVI, el más difícil periodo de su historia. El papa alemán, quien en su juventud fue asociado al nazismo, aparece hoy como el sostenedor de un proceso de reinterpretación de los evangelios con miras no a rescatar la dimensión espiritual de la Iglesia, sino de garantizar en un nuevo contexto mundial el ejercicio del poder político.
Los escándalos de pedofilia y la deserción, en muchos países de Europa, de la práctica religiosa con creyentes que no concilian la imagen del mundo que emerge de la ciencia y de sus experiencias cotidianas con la imagen del universo que oferta la dogmática oficial, plantean realidades que se han consolidado en el tiempo y que exponen al riesgo de un progresivo deterioro de la confiabilidad.
Papa Joseph Ratzinger, docto teólogo, en la segunda parte de su reciente libro “Jesús de Nazareno”, exonera a los judíos de ser culpables de que Cristo fuera condenado a muerte. La Iglesia, en tiempos de crisis, no es nueva a estas revisiones y si bien se puede o no actuar sobre hechos en los cuales se cree nunca se deja de actuar sobre las consecuencias de los actos políticos.
El disidente católico Hans Kûng escribió: “El antisemitismo racista que con el holocausto tuvo su componente de terror no hubiera sido posible sin la bimilenaria prehistoria del anti-judaísmo de la Iglesia Cristiana”. Siglos de tradición acompañaron la liturgia con la invocación de” traidores judíos”, “pueblo deicida”, “asesinos del único Mesías “. Las palabras de Mateo “y todo el pueblo respondió su sangre caiga sobre nosotros y sobre vuestros hijos”, aunque espurias para algunos exegetas, fundamentan un comportamiento que a prescindir de eventos de particular crueldad, desarrollaron la cultura de ver a los hijos de Israel como seres inferiores o infieles merecedores de ser marginados. Papa Pablo IV (1555) los confinó en “ghettos” en los estados pontificios obligándolos a llevar como reconocimiento un gorro amarrillo.
Voltaire no cesó nunca de denunciar las persecuciones de los hebreos por parte de los ejércitos de las cruzadas cuando en la edad media atravesaban las ciudades en su camino a Jerusalén. Urbano II (1088-1099), el papa que combatió el nicolaismo (matrimonio entre los clérigos) y la simonía (compra-venta de objetos y beneficios sagrados) organizó la orden de los templares, nobles caballeros que en sus aventuras exterminaron enteros pueblos impíos. Inocente III utilizó las cruzadas contra los disidentes y asigno al patrón de Managua, Domingo de Guzmán, un especialista en la materia, la tarea de acabar con los albigenses o cátaros por el único delito de querer vivir conforme el cristianismo primitivo.
Un texto escrito por un tal Rolf Hochhuth, titulado “Der Stellvertreter” (El Vicario), fue conocido en Berlín en 1963 y puesto en escena en Londres y New-York. Con la excusa de que ofendía a un Jefe de Estado se prohibió en Roma lo que no impidió su difusión clandestina. El drama, modesto literariamente, acusa al Papa Pío XII (1939-1958) de su indiferencia a cuanto ocurría en los campos de exterminio, algo conocido “sottovoce” y cuyo escándalo no obligó a la Santa Sede, que sobre este tema se mantiene hermética, a abrir sus archivos a los estudiosos.
David Kertzer en su libro “El papa contra los judíos” como Kûng sostiene que la Iglesia Católica fecundó el antisemitismo nazi-fascista y como prueba cita a la revista de los jesuitas editada desde 1850 “Civilttá Cattolica” que en 1890 en tres artículos se refirió al problema judío con tesis que anticiparon las más infamantes calumnias propagadas por los nazis. Años antes en dicha publicación habían saludado con regocijo los primeros congresos modernos de los movimientos antisemitas.
“Main Kampf” (“Mi Lucha” 1926) de Adolfo Hitler describe con lujo de detalles su plan contra los hebreos y no fue prohibido por el Index, la oficina del Vaticano por siglos encargada de redactar la lista de libros que no se podían leer. En 1965, Pablo VI decretó el fin del Index, el gran desarrollo de los medios de comunicación hizo inútil tal censura.
Las ideologías totalitarias de derecha en Italia, España, Alemania y Croacia (donde los “Ustacias” del católico Ante Pavelic cometieron execrables delitos) eran vistos con benevolencia por el Vaticano que reconocieron en ellos un cierto misticismo, una sacralidad para-religiosa, un vehículo que conduciría a la verdadera fe. El conflicto con la modernidad abierto por el papa Gregorio XVI (1830) ratificó el origen divino del pontificado, condenando la democracia, la libertad de palabra y de prensa, la igualdad de derechos. Frutos envenenados del iluminismo que alejaban a los fieles de sus votos de obediencia. En esta guerra contra la marcha del tiempo, que Pío IX (1846-1878) delineará más profundamente, la Iglesia estaba más preocupada por el disoluto modernismo anglo-americano que por el místico III Reich.
El antisemitismo nazista tenía puntos en común con la ortodoxia católica. Obviamente no sobre los campos de exterminio, más en la hostilidad contra este pueblo. Con la encíclica ”Nostra Aetate” de 1963 y con las conclusiones del Concilio Vaticano II nuevos aires comenzaron a soplar y en la curia romana se hablaba de hermanos judíos, de padres de la religión nueva etc., un lenguaje florido que pretendió establecer las bases para el desmantelamiento de una actitud que se arrastró por siglos, que formó conciencias en sus miembros y feligreses a través de una educación permanente , cultura que de la cual ni siquiera escapó Giovanni Roncalli futuro Papa Juan XXIII que desde la Nunciatura de Istanbul en carta dirigida al Secretario de Estado en 1943 , dice: “Confieso que esto de favorecer la salida de los judíos a la Palestina para la reconstrucción de su reino me llena de incertidumbre, que lo hagan sus connacionales o amigos políticos lo comprendo, pero me es de mal gusto que tal iniciativa parta del Vaticano”.
En la audiencia concedida por Pío X en 1904, Theodor Herzl pidió apoyo para la construcción del Estado de Israel, respondiendo el papa: “No lograremos impedir que los judíos vayan a Jerusalén, pero nunca los favoreceremos, ellos no reconocen el señor nuestro y por lo tanto no podemos reconocer a su pueblo” y con ulterior motivación teológica agregó: “ Rogamos por ustedes, porque su espíritu vea la luz , hoy que la Iglesia celebra el día de los no creyentes que se han convertido milagrosamente en el camino hacia Damasco, si usted entiende ir a Palestina y establecerse allí con su pueblo estamos listos Iglesia y sacerdotes a bautizar a todos”. Pío X resalta aquí el bautismo, sacramento inicial, fundamento de toda la existencia cristiana. En la casa de los catecúmenos fundada por Pablo III (1543) en los tiempos cuando la inquisición controlaba la elección del papa entre sus miembros. Casa donde se consagraba la conversión y donde con frecuencia sucedía que los niños judíos fueran bautizados con engaño y sin autorización de sus padres. En esta circunstancia la Iglesia consideraba válido el rito, aún impartido por laicos, siempre que se hiciera con agua y se pronunciara la fórmula litúrgica. Desde ese momento los niños iniciados no podían quedarse con sus padres si estos rehusaban la conversión. Estas prácticas conllevaron serios problemas con niños judíos convertidos a la nueva fe y que encontraron refugio en los conventos durante la II guerra mundial.
Guerra Justa nació con San Agustín. Guerra Santa (Jihab para los musulmanes) fundamento moralmente a las cruzadas. Bernardo Chiaravalle, cura circense, ideólogo de los templares, inventó el precepto que históricamente ha justificado su uso por ejércitos regulares. Los hombres del “Wehrmacht” (fuerzas armadas) del Fûhrer llevaban en sus cinturones la consigna del Tercer Imperio: “Gott Mit Uns” Dios con nosotros.
Haya o no Pío XII escuchado los gritos de la Shoah (holocausto) no justifica el apelativo de papa de Hitler. El vicario de Cristo comprendió la naturaleza diabólica del nazismo basada sobre la divinización del Estado de la raza ariana, pero temía más la divinización de las clases y el materialismo bolchevique ateo.
Benedicto XVI ortodoxo que del santo-oficio, antigua inquisición, saltó al papado, abre un nuevo capítulo de reinterpretación de documentos que muchos consideran sagrados, reinterpretación que no impidió que el obispo de Grosseto-Italia en una entrevista en el sito Pontifec, blog de libre información católica, defina el escándalo de pedofilia, que a nivel planetario sacude la Iglesia, un ataque de los deicidas sionistas.
Circunstancias históricas, razones de Estado, llevan a redefinir un marco teórico para fortalecer una naturaleza política y responder a la evolución, pero el eterno dilema entre poder temporal y empeño espiritual están vigentes en una institución donde el paternalismo pastoral, la formalidad de una religión secuestrada a las conciencias y la represión sistemática al disenso llevaron al cardenal jesuita, en una época papable, Carlo María Martín, a afirmar “un tiempo tenía muchos sueños sobre la Iglesia hoy a los 76 años he decidido rezar por ella”
Los escándalos de pedofilia y la deserción, en muchos países de Europa, de la práctica religiosa con creyentes que no concilian la imagen del mundo que emerge de la ciencia y de sus experiencias cotidianas con la imagen del universo que oferta la dogmática oficial, plantean realidades que se han consolidado en el tiempo y que exponen al riesgo de un progresivo deterioro de la confiabilidad.
Papa Joseph Ratzinger, docto teólogo, en la segunda parte de su reciente libro “Jesús de Nazareno”, exonera a los judíos de ser culpables de que Cristo fuera condenado a muerte. La Iglesia, en tiempos de crisis, no es nueva a estas revisiones y si bien se puede o no actuar sobre hechos en los cuales se cree nunca se deja de actuar sobre las consecuencias de los actos políticos.
El disidente católico Hans Kûng escribió: “El antisemitismo racista que con el holocausto tuvo su componente de terror no hubiera sido posible sin la bimilenaria prehistoria del anti-judaísmo de la Iglesia Cristiana”. Siglos de tradición acompañaron la liturgia con la invocación de” traidores judíos”, “pueblo deicida”, “asesinos del único Mesías “. Las palabras de Mateo “y todo el pueblo respondió su sangre caiga sobre nosotros y sobre vuestros hijos”, aunque espurias para algunos exegetas, fundamentan un comportamiento que a prescindir de eventos de particular crueldad, desarrollaron la cultura de ver a los hijos de Israel como seres inferiores o infieles merecedores de ser marginados. Papa Pablo IV (1555) los confinó en “ghettos” en los estados pontificios obligándolos a llevar como reconocimiento un gorro amarrillo.
Voltaire no cesó nunca de denunciar las persecuciones de los hebreos por parte de los ejércitos de las cruzadas cuando en la edad media atravesaban las ciudades en su camino a Jerusalén. Urbano II (1088-1099), el papa que combatió el nicolaismo (matrimonio entre los clérigos) y la simonía (compra-venta de objetos y beneficios sagrados) organizó la orden de los templares, nobles caballeros que en sus aventuras exterminaron enteros pueblos impíos. Inocente III utilizó las cruzadas contra los disidentes y asigno al patrón de Managua, Domingo de Guzmán, un especialista en la materia, la tarea de acabar con los albigenses o cátaros por el único delito de querer vivir conforme el cristianismo primitivo.
Un texto escrito por un tal Rolf Hochhuth, titulado “Der Stellvertreter” (El Vicario), fue conocido en Berlín en 1963 y puesto en escena en Londres y New-York. Con la excusa de que ofendía a un Jefe de Estado se prohibió en Roma lo que no impidió su difusión clandestina. El drama, modesto literariamente, acusa al Papa Pío XII (1939-1958) de su indiferencia a cuanto ocurría en los campos de exterminio, algo conocido “sottovoce” y cuyo escándalo no obligó a la Santa Sede, que sobre este tema se mantiene hermética, a abrir sus archivos a los estudiosos.
David Kertzer en su libro “El papa contra los judíos” como Kûng sostiene que la Iglesia Católica fecundó el antisemitismo nazi-fascista y como prueba cita a la revista de los jesuitas editada desde 1850 “Civilttá Cattolica” que en 1890 en tres artículos se refirió al problema judío con tesis que anticiparon las más infamantes calumnias propagadas por los nazis. Años antes en dicha publicación habían saludado con regocijo los primeros congresos modernos de los movimientos antisemitas.
“Main Kampf” (“Mi Lucha” 1926) de Adolfo Hitler describe con lujo de detalles su plan contra los hebreos y no fue prohibido por el Index, la oficina del Vaticano por siglos encargada de redactar la lista de libros que no se podían leer. En 1965, Pablo VI decretó el fin del Index, el gran desarrollo de los medios de comunicación hizo inútil tal censura.
Las ideologías totalitarias de derecha en Italia, España, Alemania y Croacia (donde los “Ustacias” del católico Ante Pavelic cometieron execrables delitos) eran vistos con benevolencia por el Vaticano que reconocieron en ellos un cierto misticismo, una sacralidad para-religiosa, un vehículo que conduciría a la verdadera fe. El conflicto con la modernidad abierto por el papa Gregorio XVI (1830) ratificó el origen divino del pontificado, condenando la democracia, la libertad de palabra y de prensa, la igualdad de derechos. Frutos envenenados del iluminismo que alejaban a los fieles de sus votos de obediencia. En esta guerra contra la marcha del tiempo, que Pío IX (1846-1878) delineará más profundamente, la Iglesia estaba más preocupada por el disoluto modernismo anglo-americano que por el místico III Reich.
El antisemitismo nazista tenía puntos en común con la ortodoxia católica. Obviamente no sobre los campos de exterminio, más en la hostilidad contra este pueblo. Con la encíclica ”Nostra Aetate” de 1963 y con las conclusiones del Concilio Vaticano II nuevos aires comenzaron a soplar y en la curia romana se hablaba de hermanos judíos, de padres de la religión nueva etc., un lenguaje florido que pretendió establecer las bases para el desmantelamiento de una actitud que se arrastró por siglos, que formó conciencias en sus miembros y feligreses a través de una educación permanente , cultura que de la cual ni siquiera escapó Giovanni Roncalli futuro Papa Juan XXIII que desde la Nunciatura de Istanbul en carta dirigida al Secretario de Estado en 1943 , dice: “Confieso que esto de favorecer la salida de los judíos a la Palestina para la reconstrucción de su reino me llena de incertidumbre, que lo hagan sus connacionales o amigos políticos lo comprendo, pero me es de mal gusto que tal iniciativa parta del Vaticano”.
En la audiencia concedida por Pío X en 1904, Theodor Herzl pidió apoyo para la construcción del Estado de Israel, respondiendo el papa: “No lograremos impedir que los judíos vayan a Jerusalén, pero nunca los favoreceremos, ellos no reconocen el señor nuestro y por lo tanto no podemos reconocer a su pueblo” y con ulterior motivación teológica agregó: “ Rogamos por ustedes, porque su espíritu vea la luz , hoy que la Iglesia celebra el día de los no creyentes que se han convertido milagrosamente en el camino hacia Damasco, si usted entiende ir a Palestina y establecerse allí con su pueblo estamos listos Iglesia y sacerdotes a bautizar a todos”. Pío X resalta aquí el bautismo, sacramento inicial, fundamento de toda la existencia cristiana. En la casa de los catecúmenos fundada por Pablo III (1543) en los tiempos cuando la inquisición controlaba la elección del papa entre sus miembros. Casa donde se consagraba la conversión y donde con frecuencia sucedía que los niños judíos fueran bautizados con engaño y sin autorización de sus padres. En esta circunstancia la Iglesia consideraba válido el rito, aún impartido por laicos, siempre que se hiciera con agua y se pronunciara la fórmula litúrgica. Desde ese momento los niños iniciados no podían quedarse con sus padres si estos rehusaban la conversión. Estas prácticas conllevaron serios problemas con niños judíos convertidos a la nueva fe y que encontraron refugio en los conventos durante la II guerra mundial.
Guerra Justa nació con San Agustín. Guerra Santa (Jihab para los musulmanes) fundamento moralmente a las cruzadas. Bernardo Chiaravalle, cura circense, ideólogo de los templares, inventó el precepto que históricamente ha justificado su uso por ejércitos regulares. Los hombres del “Wehrmacht” (fuerzas armadas) del Fûhrer llevaban en sus cinturones la consigna del Tercer Imperio: “Gott Mit Uns” Dios con nosotros.
Haya o no Pío XII escuchado los gritos de la Shoah (holocausto) no justifica el apelativo de papa de Hitler. El vicario de Cristo comprendió la naturaleza diabólica del nazismo basada sobre la divinización del Estado de la raza ariana, pero temía más la divinización de las clases y el materialismo bolchevique ateo.
Benedicto XVI ortodoxo que del santo-oficio, antigua inquisición, saltó al papado, abre un nuevo capítulo de reinterpretación de documentos que muchos consideran sagrados, reinterpretación que no impidió que el obispo de Grosseto-Italia en una entrevista en el sito Pontifec, blog de libre información católica, defina el escándalo de pedofilia, que a nivel planetario sacude la Iglesia, un ataque de los deicidas sionistas.
Circunstancias históricas, razones de Estado, llevan a redefinir un marco teórico para fortalecer una naturaleza política y responder a la evolución, pero el eterno dilema entre poder temporal y empeño espiritual están vigentes en una institución donde el paternalismo pastoral, la formalidad de una religión secuestrada a las conciencias y la represión sistemática al disenso llevaron al cardenal jesuita, en una época papable, Carlo María Martín, a afirmar “un tiempo tenía muchos sueños sobre la Iglesia hoy a los 76 años he decidido rezar por ella”
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